Los sacrificios sociales no deben recaer sólo en la parte más débil, pero que los salarios vayan ligados a la productividad no debería escandalizar a nadie.
Por JUAN CARLOS ÁLVAREZ ÁLVAREZ
El economista hindú Amartya Sen (India 1933) refleja en su obra 'Ética y economía' la interrelación existente entre los valores éticos predominantes en una sociedad y el grado de desarrollo económico de la misma, y resalta el hecho de que los desastres naturales causan más estragos en los países en los cuales la población tiene poca formación o una renta muy desigual. El grado de libertad de una sociedad y la formación e información que tienen sus miembros son determinantes a la hora de conseguir un mayor desarrollo económico y una mejor protección frente a las adversidades. Resalta Sen, laureado con el Nobel de Economía de 1998, que no es lo mismo tener una «libertad positiva» (capacidad y posibilidad real de una persona de ser o hacer algo), que una «libertad meramente formal» (la libertad surgida de la no prohibición de hacer algo). En el fondo es la vieja idea de que es mejor enseñar a pescar que proporcionar peces al hambriento.
Bastantes años antes, un icono de la sociología y de la economía, el alemán Max Webber (1864-1920), publicó dos obras de enorme trascendencia: 'Economía y sociedad' y 'La ética protestante y el espíritu del capitalismo', en las cuales llegó, por otro camino, al mismo punto y resaltó la influencia de los aspectos morales de cada religión a la hora de favorecer o retrasar el desarrollo económico. Weber puso a la religión protestante como ejemplo favorecedor y como caso contrario las religiones existentes en China o India, las cuales fomentaron pasividad o cierta resignación y conformismo que inhibieron el avance económico.
Detrás de toda sociedad está el deseo de vivir mejor y de prosperar, así como el hecho de intentar dejar un futuro mejor a la siguiente generación, pero la forma de plasmar y de llevar esos objetivos a la práctica está muy influenciada por las reglas morales y éticas de cada sociedad. Y, viceversa, los códigos éticos vigentes en una sociedad están influidos por el tipo de desarrollo social y económico existente en ese momento. Los profundos cambios tecnológicos habidos en los últimos años, con el fenómeno de internet a la cabeza, favorecieron la globalización, la uniformidad de patrones culturales, han cambiado el mundo y parece que lo van a cambiar mucho más.
Los volcánicos acontecimientos que están sucediendo en el área MENA (Medio Este y Norte África), van a modificar profundamente el grado de desarrollo económico de países como Túnez, Egipto, Jordania o Yemen, así como las reglas de juego ético-morales de dichas sociedades. Son procesos revolucionarios sin líderes claros, pero con un denominador común que es una población que vive con pocas libertades, es conocedora del modo de vida occidental a través de las televisiones extranjeras y de la comunicación informática y está harta de privilegios y desigualdades no conseguidas por méritos, por lo que se niega a ser convidado de piedra. Se trata de la que podríamos denominar como la «primera revolución telemática», ya que su propagación se está llevando a cabo a través de internet, con el apoyo decisivo del Gobierno norteamericano. Los cambios se están produciendo velozmente, de un modo semejante al habido en la Europa del Este cuando la caída del Muro de Berlín. Se trata de un proceso de gran calado y con un componente social y económico muy fuerte detrás, el cual probablemente derive a una apertura hacia democracias de libre mercado, aunque puede suceder lo contrario y que triunfen las posiciones islamistas radicales.
Basta echar un vistazo al mundo para ver que lo que funciona mejor es la economía mixta con predominio del mercado en la parte productiva, con protección social para los desfavorecidos, con una democracia fuerte que defina derechos y deberes y con un mercado regulado para evitar las ineficiencias y excesos del mismo, pero que deje a la iniciativa privada la acción económica. El mundo camina hacia eso. Las fuerzas sociales son fuerzas vivas, los equilibrios son inestables e imperfectos por naturaleza, si no no habría progreso ni cambios y sólo las sociedades que saben adaptarse y dirigir los cambios triunfan. Lo que se necesita es mejor gestión, menor gasto público corriente, mayor austeridad, mayores inversiones públicas en infraestructuras, apuesta decidida por la tecnología y menor intervencionismo económico. Se trata de sembrar las bases para una economía productiva y dinámica, donde se premie el esfuerzo de cada persona, que no tenga la brutal lacra de un desempleo del 20% y un escandaloso paro juvenil del 47%. Los sacrificios sociales no deben recaer sólo en la parte más débil, pero que los salarios vayan ligados a la productividad no debería escandalizar a nadie, puesto que el salario se percibe por producir, no por otra cosa. Para defender la economía del bienestar, hay que conseguir primero el bienestar de la economía, del cual estamos bastante lejos en estos momentos.
Mantener el disfraz de país solidario cuando las cargas recaen siempre sobre los mismos sectores no va a ser sostenible y los cambios intensos que se avecinan en España con los recortes sociales de todo tipo que hay, y va a haber, han dejado al descubierto la realidad que había debajo. Llama la atención que después de la visita de Angela Merkel, la presidenta alemana, para comprobar si estamos haciendo bien los deberes, al día siguiente ya nos volvemos a saltar las normas al flexibilizar el endeudamiento por parte de las comunidades autónomas. Los cambios aquí también son imparables. «Se acabó la barra libre», hay que pensar en la economía del futuro. La austeridad de las administraciones públicas no es necesaria para mañana, sino para hoy. Lo que el ciudadano quiere son gobiernos que gestionen bien, por encima de que sean de un partido u otro. Cuando el Gobierno egipcio trataba de dilatar el cambio, Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, afirmó: «Ya, es ya. Ya, no es mañana», dejando bien claro que no hay alternativa. O dicho en asturiano: «esto ye lo que hay».
Paul Krugman, Nobel de Economía de 2008, se confiesa optimista para el futuro económico a largo plazo, pero pronostica una década extraordinariamente difícil y, en especial para España, donde anuncia grandes sacrificios, aunque la inestabilidad de algunos mercados emergentes, como India cuya Bolsa ha bajado el 16% en poco más de un mes, está generando un desplazamiento de capitales hacia las economías desarrolladas, lo cual puede venir bien a Europa y de rebote a nosotros. Las interrelaciones entre economía, sociedad y ética son cada vez más fuertes. En mi opinión, la disciplina sin libertad es tiranía, y la libertad sin disciplina es caos. Por eso, la democracia ha de ser fuerte y transparente y los mercados dinámicos para conseguir progreso y libertad real.
Fuente: https://goo.gl/UimoLa
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